Ante tanta
marea retro en la escena del rock contemporáneo, los creadores de
sonidos originales suelen estar tentados por volver. ¿De qué se
habla cuando se habla de The Cure?
Más allá de una obra impecable
en los primeros ochenta, marca innegable en cuanto a una sensibilidad
oscura, de tonos melancólicos y la dulce eternidad de la provocación
vamp, lo que queda son pequeñas y mágicas canciones: ‘The
Caterpillar’, ‘Close to me’, ‘Boys don’t cry’, ‘Kyoto
Song’ y una lista extensa y singular que ya fue carne de grandes
éxitos y retrospectivas. Los grandes héroes no suelen aceptar el paso del tiempo. El
fin de la adolescencia. Robert Smith es uno de tantos ejemplos.
Maquillado a los cuarentaypico, es apenas una sombra, una foto kitsch
de lo que alguna vez fue. El reverso exacto y patético de la magia
original. Tal vez el mejor camino sea el que siguieron los New Order,
compañeros de generación de los Cure, quienes en su regreso se
negaron a sacar fotografías de sus arrugas. No salen en revistas ni
hacen clips. O los Duran Duran, en la contracara, fieles a la esencia
del lifting. ¿Por qué tanto énfasis en la superficie? Porque el
rock británico de los ochenta fue capas y capas de superficie y
peinados raros. Fue. Y esta imagen se traslada inevitablemente a lo
musical: New Order dando hoy clase de rock electrónico sabiéndose
lejos de la adolescencia, Duran Duran haciendo lo mismo de siempre
pero cada vez mejor, y The Cure... bueno, Smith parece tener un
problema cuando se mira en el espejo.Ha dicho
recientemente Robert Smith: “A quien no le guste este disco, no le
gusta The Cure”. La frase publicitaria más tonta que haya dicho
alguna vez una estrella pop. Y explica que este nuevo disco vuelve a
la forma y emoción de los primeros. De ninguna manera es así. The
Cure, el disco 2004, continúa, en todo caso, trabajos como
Bloodflowers, precisamente el anterior, y la densidad es tan
profunda que es difícil encontrar melodías frescas como las de The
Head on the door, por ejemplo. Ni mejor ni peor. The Cure, en
2004, se ha convertido en una de las bandas más herméticas de la
escena, exagerando hasta el límite la oscuridad de grandes discos
como Faith y Pornography. Un regreso especial para
fanáticos, pero no tanto para esos otros, también fanáticos o
simples escuchas de buen pop, que esperaban algo más liviano, más
cercano a esa influencia que ha dejado Smith & Cia en obras tan
dispares y relevantes como las de Smashing Pumpkins, The Rapture o
Starsailor.
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